













Carmen Puchol
Elabora su discurso desde la transversalidad de la imagen, y desde la perplejidad del cuerpo contemplado en su simplicidad y en su transparencia. Es una mirada limpia sobre una imagen que se enfrenta a su propio silencio y su misterio, a su posibilidad de estatismo o de viaje. Es una imagen que nos llega en ese momento mágico anterior a todos los comienzos, con el húmedo olor de las despedidas y el blanco de los espacios deshabitados. Son personajes en medio de un desorden anterior a todas las despedidas, metáfora del tiempo entre la luz y la sombra.
“Cada uno duerme dentro de un sueño diferente y así es el mío, como una descomposición del espacio, líquido vertical que cae hasta traspasar el suelo. Tiene vocación de soledad y su penetración en lo inanimado lo aísla, lo envuelve en frio, en aire celeste, recorre sus propias extensiones y él mismo se parece cada vez más al elemento transparente.
Esta imagen es un símbolo, es una línea vertical, es movimiento continuo…
La atmósfera de la obra trata de explicar el espacio deshabitado, el ir o el venir por el laberinto del tiempo contemporáneo, lo que vemos y lo que no reconocemos, lo enigmático”.