NATHA PIÑA

Natha Piña es la creadora poeta que es capaz de sacar de su búsqueda
del misterio, la luz más brillante como faro en el acantilado del mar
en la noche. Gracias a su propia introspección interior, es capaz de
sacar bellezas infinitas llenas de amor como regaladas para la
humanidad. Ella, mística guerrera del siglo XXI, que como lo fueron
tantas mujeres del pasado, grita a la sociedad su lucha interior,
cueste lo que cueste. Sus obras llenas de belleza son el producto de
un camino espiritual del que es capaz de sacar de la materia de lo
encontrado, lo escuchado por las pulsaciones vitales y emocionales.
La temática de su obra gira en torno al tiempo, la memoria, el hombre
y la naturaleza, que es capaz de expresar en esos paisajes insólitos,
producto de esa introspección hacia lo más interno del ser para
desvelar su secreto oculto, aquella ciudad aun no encontrada. La
artista nos lleva a uno de los aspectos intrínsecos en el camino
espiritual, la referencia a una filosofía existencial en cuanto a que
nos plantea la cuestión ¿quién somos?. Esta corriente podemos verla en
sus propuestas a través de los materiales a los que les da una nueva
oportunidad con el afán de desvelar los confines de la humanidad. Una
renovación espiritual de los materiales. Gracias a esta poética la
artista en su proceso creativo es capaz de adentrarse en su castillo
para sacarnos el diamante, al que se refería santa Teresa de Jesús en
sus Moradas.
Su plástica esta llena de poética e innovación, la que nos atrae y nos
deja atrapados. Sus pinturas se convierten en objetos tridimensionales
a los que el espectador se introduce para transcender y encontrar su
propio yo.
Alejandro Mañas, quien escribe estas letras, desde el dolor y la
contemplación, presento mi camino humano a encontrarse, a buscar en su
sagrario —nuestro cuerpo—.
Ejemplo de ello es la obra Resistencia, acción registrada mediante la
fotografía, capturada en tres actos que narran el proceso y el tiempo
en el que la vela se consume. En la acción estamos dispuestos en un
ambiente de silencio y calma, que, tras unos minutos de reflexión,
permiten dejar nuestra mente en blanco. Todo ello, nos prepara para el
camino de andadura hacia esa introspección interior, que hará que
conectemos con el mundo. La escena comienza tras el encendido de la
vela, y en posición de pie y vestido de negro, con los pies descalzos
que nos permiten conectar con la tierra, nos ponemos en camino hacia
esa búsqueda espiritual. Mientras, sujetamos fuertemente la vela
purificadora, que nos acompaña en este camino de esfuerzo tras un
largo tiempo. Tiempo en el que la cera nos va recorriendo la mano,
produciendo quemaduras leves que se vuelven placenteras. Ello es
soportado gracias a la meditación, que nos ha llevado a otro estado de
conciencia, donde el dolor desaparece. La acción termina cuando la
llama empieza a producir un intenso dolor en nuestra mano.

Alejandro Mañas Garcia

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